Os tengo que decir que, sin faltar a la verdad, en el Opus Dei si que se hacían buenas excursiones
Recuerdo la primera a Cotos en pleno invierno. Íbamos a disfrutar de la nieve. Como es habitual en
Nuestro punto de encuentro era en una iglesia para oír Misa y mientras íbamos llegando nos mirábamos unas a otras, el espectáculo era lamentable.
Primero veías a la experta de la excursión que aparecía equipada como los de Baqueira Beret. Las más avispadas llevaban puesto lo prestado de familiares o amigas. Y el resto como podían: zapatillas de deporte, vaqueros y la prenda de abrigo, por supuesto, pasada, muy pasada de moda.
Con estas pintas nos pusimos en camino a la gran aventura. Una vez en Cotos, nos encontramos con una pista llena de familias montadas en trineo deslizándose por la nieve. Yo pregunte: ¿Vamos a alquilar trineos? Y la que hacía cabeza me responde: no, vamos a caminar y respirar aire puro. Finalmente aparecemos en una zona donde no se veía ni un alma y con más pendiente que la montaña rusa del parque de atracciones. Una vez instaladas nos empezamos a tirar las primeras bolas de nieve y como es lógico después de tanta caminata teníamos los pies congelados y empapados de agua.
¡Oh, sorpresa! cuando la experta nos enseña una bolsa de basura gigantesca y nos dice: “vamos hacer culoeski”, ahí nos ves tirándonos por una pendiente que solo Dios sabe como pudimos salvarnos de la muerte, porque accidentes hubo de lo lindo.
Recuerdo a mi pobre madre esperándome en el metro más cercano a mi casa, la había llamado diciéndole que llegaría más tarde, ya que estaba en el hospital por un esguince en el tobillo. Este episodio se repitió en varias ocasiones, cada vez que mi madre oía que me iba de excursión a la nieve directamente sacaba a todos los santos.
Ahora pienso en la gran irresponsabilidad de aquellos años y más cuando íbamos con niñas. ¡Cuantas locuras que nos podían haber causado un gran disgusto!
Eso sí, en
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